Todos los cambios deben venir primero de tu interior

Neville Goddard 1948

Nos convertimos en lo que contemplamos. Pues esta es la naturaleza del amor, como es la naturaleza del odio, cambiarnos a semejanza de lo que contemplamos. 

Cuando creemos que podemos destruir nuestra imagen rompiendo el espejo, sólo nos estamos engañando a nosotros mismos.

La conciencia es la sola y única realidad. Somos incapaces de ver lo que no sean los contenidos de nuestra propia conciencia.

El odio nos traiciona a la hora de la victoria y nos condena a ser lo que nosotros condenamos. Toda conquista resulta ser un intercambio de características, por lo que los conquistadores se convierten en semejantes al enemigo conquistado. Odiamos a otros por el mal que está en nosotros mismos. Razas, naciones y grupos religiosos han vivido durante siglos en íntima hostilidad, y esa es la naturaleza del odio, como es la naturaleza del amor, cambiarnos a semejanza de lo que contemplamos.

Nosotros irradiamos el mundo que nos rodea por la intensidad de nuestra imaginación y sentimiento. Pero en este mundo tridimensional nuestro el tiempo late lentamente. Y así no siempre observamos la relación entre el mundo visible y nuestra naturaleza interior.

Tú y yo podemos contemplar un ideal, y convertirnos en él por enamorarnos de él.

Podemos contemplar algo que sinceramente nos disgusta y por condenarlo nos convertiremos en ello. Pero debido a la lentitud del tiempo en este mundo tridimensional, cuando nos convertimos en lo que contemplamos nos hemos olvidado de que antes nos propusimos adorarlo o destruirlo.

La conciencia es la única realidad, debo asumir que yo soy ya lo que deseo ser. Si no creo que yo soy ya lo que quiero ser, entonces me quedo como soy y muero en esa limitación.

El hombre está siempre buscando algún sostén en el que apoyarse. Él siempre está buscando alguna excusa para justificar el fracaso. Esta revelación no le da al hombre excusa para el fracaso. Su concepto de sí mismo es la causa de todas las circunstancias de su vida. Todos los cambios deben venir primero de su interior; y si no cambia en el exterior es porque no ha cambiado interiormente. Pero al hombre no le gusta sentir que él es el único responsable de las condiciones de su vida.

Puede que no me guste lo que acabo de escuchar, que debo volver a mi propia conciencia como la única realidad, la única base sobre la que todos los fenómenos pueden ser explicados. Era más fácil vivir cuando yo podía culpar a otro. Era mucho más fácil vivir cuando podía culpar a la sociedad de mis males, o señalar con el dedo a través del mar y culpar a otra nación. Era más fácil vivir cuando podía culpar al clima por la forma en que me siento.

Pero decirme que yo soy la causa de todo lo que me pasa, que estoy siempre moldeando mi mundo en armonía con mi naturaleza interna, eso es más de lo que el hombre está dispuesto a aceptar. Si esto es cierto, ¿a quién iría? Si estas son las palabras de vida eterna, debo volver a ellas, incluso aunque parezcan tan difíciles de digerir.

Cuando el hombre comprende esto completamente sabe que la opinión pública no importa, pues los hombres sólo le dicen quién es él. El comportamiento de los hombres constantemente me dice quién he concebido yo mismo que soy.

Hasta ahora pensaba que podía cambiar a los demás a través del esfuerzo. Ahora sé que no puedo cambiar a otro a menos que primero cambie yo mismo. Para cambiar a otro dentro de mi mundo, primero debo cambiar mi concepto de ese otro; y para hacerlo mejor cambio mi concepto de mí mismo. Porque era el concepto que yo tenía de mí mismo el que me hacía ver a los otros como lo hacía.

Si yo hubiera tenido un concepto noble, digno de mí mismo, yo nunca podría haber visto lo desagradable en los demás.

En lugar de tratar de cambiar a los demás a través de la pelea y la fuerza, que ascienda yo en conciencia a un nivel superior y automáticamente cambiaré a los demás cambiándome a mí mismo. No hay nadie a quien cambiar sino a uno mismo; ese uno mismo es simplemente tu conciencia; tu conciencia y el mundo en el que vive están determinados por el concepto que tienes de tí mismo. Es a la conciencia a la que debemos volvernos como la única realidad. Porque no hay un concepto claro del origen de los fenómenos, excepto que la conciencia es todo y todo es conciencia.

No necesitas ayuda para lograr lo que buscas. Ni por un segundo creas que yo estoy defendiendo escapar de la realidad cuando te pido que simplemente asumas que eres ahora el hombre o la mujer que deseas ser.

Si tú y yo pudiéramos sentir lo que sería si fuéramos ahora lo que queremos ser, y vivir en esta atmósfera mental como si fuera real, entonces, de una manera que no conocemos, nuestra asunción se materializaría en hecho. Esto es todo lo que necesitamos hacer para ascender al nivel donde nuestra asunción es ya una realidad objetiva concreta.

No hay otra manera de cambiar este mundo. “Yo soy el camino.” Mi YO SOYdad, mi conciencia, es el camino por el cual cambio mi mundo. Cuando cambio mi concepto de mí mismo, cambio mi mundo. Cuando los hombres y mujeres nos ayudan o entorpecen, ellos sólo juegan el papel que nosotros, por nuestro concepto de nosotros mismos, escribimos para ellos, y ellos lo desempeñan automáticamente. Ellos deben jugar los papeles que están jugando porque nosotros somos lo que somos.

Sólo puedo dar lo que yo soy, no tengo otro regalo para dar. Si quiero que el mundo sea perfecto, y quién no, he fallado sólo porque no sabía que no podía verlo nunca perfecto hasta que yo mismo llegue a ser perfecto. Si yo no soy perfecto no puedo ver la perfección, pero el día que yo llegue a serlo, embelleceré mi mundo porque lo veo a través de mis propios ojos. “Para los puros todas las cosas son puras.” Tito 1:15

Entonces cierro mis oídos a este muy halagador poco de noticias que los hombres me podrían dar y me pregunto, “¿Pero honestamente quién soy yo?”

Si puedo negar las limitaciones de mi nacimiento, mi entorno, y la creencia de que no soy más que una extensión de mi árbol genealógico, y sentir dentro de mí que yo soy Cristo, y sostener esta asunción hasta que tome un lugar central y forme el centro habitual de mi energía, haré las obras atribuidas a Jesús. Sin pensamiento o esfuerzo moldearé un mundo en armonía con esa perfección que he asumido y siento surgir dentro de mí.

Cualquier ampliación de nuestro concepto de Ser implica una ruptura un tanto dolorosa con las concepciones hereditarias fuertemente enraizadas. Las ataduras que nos mantienen en el seno de las limitaciones convencionales son fuertes. Todo lo que anteriormente creías ya no lo crees. Tú sabes ahora que no hay poder fuera de tu propia conciencia. Por lo tanto no puedes volverte a nadie fuera de tí mismo.

Mis experiencias místicas me han convencido de que no hay otra manera de lograr la perfección que buscamos que por la transformación de nosotros mismos. Tan pronto como consigamos transformarnos a nosotros mismos, el mundo se fundirá mágicamente ante nuestros ojos y se reconfigurará en armonía con lo que nuestra transformación afirme.

Nosotros damos forma al mundo que nos rodea por la intensidad de nuestra imaginación y nuestro sentimiento, e iluminamos u oscurecemos nuestras vidas por los conceptos que mantenemos de nosotros mismos. Nada es más importante para nosotros que nuestro concepto de nosotros mismos, y especialmente es cierto de nuestro concepto del profundo, dimensionalmente más grande, Uno dentro de nosotros.

Aquellos que nos ayudan o dificultan, lo sepan o no, son los sirvientes de esa ley que configura las circunstancias externas en armonía con nuestra naturaleza interna. Es nuestro concepto de nosotros mismos el que nos libera o nos constriñe, aunque puede utilizar agentes materiales para lograr su propósito.

Como la vida moldea el mundo externo para reflejar la disposición interna de nuestras mentes, no hay otra forma de lograr la perfección externa que buscamos que por la transformación de nosotros mismos. Ninguna ayuda viene de fuera.

Es por tanto a nuestra propia conciencia a la que debemos volvernos como la única realidad, la única base sobre la que todos los fenómenos pueden ser explicados. Podemos confiar absolutamente en la justicia de esta ley que nos da sólo lo que es de nuestra propia naturaleza.

Intentar cambiar el mundo antes de cambiar nuestro concepto de nosotros mismos es luchar contra la naturaleza de las cosas. No puede haber ningún cambio externo hasta que haya primero un cambio interno.

Como es dentro, así es afuera.

Las circunstancias de mi vida están demasiado estrechamente relacionadas con mi concepto de mí mismo como para no haber sido formadas por mi propio espíritu de algún almacén dimensionalmente más grande de mi ser. Si hay dolor para mí en estos acontecimientos, debería buscar dentro de mí la causa, pues yo soy movido aquí y allá y hecho para vivir en un mundo en armonía con mi concepto de mí mismo.

No hay nada que cambiar sino nuestro concepto de nosotros mismos. Tan pronto como consigamos transformarnos a nosotros mismos, nuestro mundo se disolverá y se reconfigurará en armonía con lo que nuestro cambio afirma.

Sé, más allá de toda duda, que no hay nada que el hombre tenga que hacer sino cambiar su propio concepto de sí mismo para asumir la grandeza y sostener esta asunción. Si caminamos como si fuéramos ya el ideal al que servimos, nos elevaremos al nivel de nuestra asunción, y encontraremos un mundo en armonía con nuestra asunción. No tenemos que mover un dedo para que así sea, pues ya es así. Siempre fue así.

Tú y yo hemos descendido de conciencia al nivel donde ahora nos encontramos y vemos imperfección porque ¡nosotros hemos descendido! Cuando comenzamos a ascender mientras estamos aquí en este mundo tridimensional, descubrimos que nos movemos en un entorno completamente diferente, tenemos círculos de amigos completamente diferentes y un mundo completamente diferente mientras aún vivimos aquí. Conocemos el gran misterio de la afirmación, “estoy en el mundo, pero no soy de él.”

Es mucho mejor saber esto que saber cualquier otra cosa en el mundo. Requiere valor, valor ilimitado, porque muchos esta noche, después de haber oído esta verdad, todavía estarán inclinados a culpar a otros de su situación. Al hombre le resulta tan difícil volverse a sí mismo, a su propia conciencia como la única realidad.

Lo más importante en este mundo para tí es tu concepto de tí mismo. Cuando no te gusta tu entorno, las circunstancias de la vida y el comportamiento de los hombres, pregúntate, “¿Quién soy yo?” Tu respuesta a esta pregunta es la causa de tus disgustos.

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