El sufrimiento, según el diccionario, es el hecho de sufrir o padecer dolor físico o moral. El sufrimiento no es agradable, puede implicar dolor y sufrimiento mental. En cada vida, habrá dolor, tanto físico como emocional, que viene del exterior: la muerte de un ser querido, contraer una enfermedad, un accidente deportivo, no lograr realizar tus objetivos. La clave para vivir bien y superar el dolor es evitar profundizar en ese dolor; atorarse en el sufrimiento lo empeora.
Muchos maestros espirituales creen que el sufrimiento se extiende por su experiencia de impermanencia, lo que significa que este ciclo de sufrimiento proviene de su deseo de controlar o saber lo que viene. Su experiencia de sufrimiento puede ser cualquier cosa, desde una leve sensación de inquietud, impaciencia o irritación hasta una severa desgracia o angustia. El franciscano Richard Rohr dice: “Lo que no transformamos, lo transmitimos”.
Según el psicólogo Gregg Henriques, cuyo trabajo consiste en enseñar a las personas cómo comprender sus emociones y cómo relacionarse y procesarlas de manera adaptativa, existe un fenómeno relativamente nuevo en el que las personas parecen hipersensibles a las emociones negativas. A las generaciones pasadas se les enseñaba a aguantar pero a las personas de hoy en día se les pide que se “apoyen” en algo.
Necesitas emociones positivas y negativas
En pocas palabras, hay dos tipos de emoción:
Positivo
Negativo
Desde una perspectiva científica, las emociones positivas tienen un trabajo importante. Señalan una oportunidad para cumplir un objetivo o una necesidad y lo motivan a acercarse al objetivo, incitando a realizar acciones para ello.
Las emociones negativas, por otro lado, señalan una amenaza y te impulsan a luchar o huir. Tanto las emociones positivas como las negativas son necesarias, sin embargo, la sociedad a veces juzga las emociones negativas con dureza.
A menudo, gracias a los juicios que has tomado de tus padres, tus compañeros o los medios de comunicación, como “los niños no lloran” o “la ira nunca te da nada”, reprimes o inhibes las emociones negativas. Retener estas emociones es como tener asuntos pendientes. Estas emociones tienen un trabajo: comunicarle información sobre necesidades y objetivos. Dado que no han tenido la oportunidad de completar su tarea, continúan existiendo en el fondo de tu conciencia y cuando te ocurre algo similar o tienes un sentimiento parecido, estas emociones regresan a tu enfoque, lo que claramente se conoce como un disparador emocional.
Se ha enseñado a las generaciones a sentir sus sentimientos sin enseñarles las habilidades para adaptarse y regular estos estados. Los culpan de algo externo sin asumir la responsabilidad que les permita tener una relación más sana con toda la gama de emociones.
Agilidad emocional
La psicóloga Susan David, autora de Agilidad emocional, utiliza cuatro conceptos clave para describir cómo se ve una buena práctica emocional:
- Muestre: No ignores las emociones difíciles expresando sólo emociones positivas. Enfrenta tu gama completa de sentimientos, afróntalos.
- Salga: Separa y observa tus emociones (la meditación ayuda).
- Pregúntate por qué: Tus valores fundamentales proporcionan la brújula que te mantiene en la dirección correcta; estos valores son el verdadero camino hacia la fuerza de voluntad, la resistencia y la efectividad cuando las emociones amenazan con abrumarte.
- Sigue adelante: Realiza modificaciones en tu forma de pensar de manera que estén alineadas con tus valores, para que encuentres el equilibrio entre tus desafíos y habilidades.
Meditación y agilidad emocional.
La meditación abarca una variedad de experiencias que incluyen la respiración, la oración, la reflexión y la meditación basada en Mantras, como la Meditación del Sonido Primordial de Deepak Chopra. En las prácticas meditativas, la idea es centrarse en la conciencia del momento presente. Con la meditación regular, el cerebro cambia. Las personas que meditan regularmente hacen que varias cosas positivas les sucedan.
Ya no asumes que una sensación corporal o una sensación momentánea significa que algo está mal.
La ansiedad disminuye y, como resultado, eres más capaz de ver esas sensaciones como lo que realmente son y no como creías que eran.
Existe una conexión reforzada entre la corteza prefrontal dorsomedial (la parte de tu cerebro que procesa la información, control de impulsos, solución de problemas, pensamiento crítico, etc.) y el centro de sensaciones corporales involucrado en la empatía. Cuando esta conexión se fortalece, puede aumentar tu conexión con otras personas.
También obtienes una conexión más fuerte entre el centro de sensaciones corporales y el centro del miedo. Esto significa que puedes ver cómo aumenta el dolor sin quedar atrapado por una historia que dice que este dolor durará para siempre.
Según los expertos en neurociencia Jeffrey Schwartz y Rebecca Gladding en su libro, Tú no eres tu cerebro, “pasar tiempo meditando regularmente te ayuda a ser testigo de tus patrones emocionales sin ser absorbido por ellos y luego con la reflexión puedes editar estos patrones en beneficio propio”.
Deepak Chopra describe esto como SODA (por sus siglas en inglés):
- Detente
- Observa
- Despega
- Despierta
Al igual que la meditación, este proceso SODA requiere práctica. Con el tiempo, puede convertirse en parte de cómo tu cuerpo responde naturalmente a una emoción, aumentando la distancia entre el estímulo y la respuesta. Piensa en ello como un cinturón de seguridad en un accidente. Sin el cinturón de seguridad, podrías sufrir lesiones importantes. Con el cinturón de seguridad, el accidente aún ocurre pero te ayuda a prevenir mayores lesiones, por lo que es menos probable que te lastimen.