Abdullah el maestro de Neville, le enseñó el arte del movimiento hacia el estado del deseo cumplido, a través de un ejercicio que le dio. Este ejercicio consistía en que cada día se sentaría en su sala de estar, donde no pudiera ver el teléfono que estaba en el pasillo de su sala. Con los ojos cerrados, Neville asumiría que estaba en la silla junto al teléfono, luego debía sentirse de nuevo en la sala de estar. Este ejercicio lo practicó una y otra vez hasta descubrir la sensación del movimiento de cambio. Este ejercicio fue muy útil para Neville, según sus propias palabras porque le ayudó a soltarse para poder cambiar al estado deseado de manera más suelta y fácil.
Practicó y practicó hasta que descubrió que por el solo hecho de imaginar, eres separado de tu cuerpo físico y colocado exactamente donde tú te estás imaginando que estás, tanto es así que eres visto por aquellos que están en el lugar que estás imaginando.
Esto lo podemos corroborar con el testimonio de Margaret Runyan, quien en su autobiografía “Un viaje mágico con Carlos Castaneda” relata que ella asistía semanalmente a las Lecturas que Neville realizaba em los años cincuenta en Los Angeles, una tarde salió al trabajo y en ese momento la calle estaba desierta, cuando de pronto vio a Neville que venía caminando en su dirección, ella se quedó atónita por la sorpresa de ver a Neville caminando por la misma calle, ella era su gran admiradora, giró la cabeza después de pasar por su lado y Nevile también se giró y le sonrió.
Luego de recuperarse de la sorpresa de verlo, se dio cuenta de que la calle volvió a estar como casi siempre estaba al mediodía. Margaret cayó en la cuenta de que Neville estaba en ese momento en San Francisco, por eso no podía esperar a que volviera a Los Ángeles para contarle que ella lo había visto, aunque él no estaba en la ciudad, cuando por fin Neville volvió a dar su conferencia en Los Ángeles sucedió algo extraño, como siempre al final de la lectura, Neville se ofreció a responder las preguntas de los asistentes y antes de que Margaret le preguntara, alguien se adelantó y le hizo la misma pregunta que ella quería hacerle a Neville, que si alguna vez le había aparecido a alguien en la ciudad, mientras estaba en otra, entonces Neville miró a la persona que le preguntó y luego volvió la mirada a Margaret y respondió que sí, que podía aparecerse a las personas que él quería aparecerse.
En “El secreto de la Oración”, Neville nos dice:
“Siendo todo imaginación, tú debes estar donde tú estés con la imaginación. Moviéndote en tu imaginación, estás preparando un lugar para que tus deseos se cumplan. Luego vuelves, para caminar a través de una serie de acontecimientos que te llevarán a donde te has colocado. Con la imaginación, puedo ponerme donde yo desee estar. Me muevo y veo el mundo desde ahí. Luego vuelvo aquí, confiando en que – de un modo desconocido para mí – este ser que puede hacer todo y lo sabe todo, me llevará físicamente a través de un puente de incidentes a donde yo me he colocado. Puedes moverte en la imaginación a cualquier lugar y a cualquier tiempo. Habita ahí como si fuera verdad, y habrás aprendido el secreto de la oración.
Aprende cómo orar. Domínalo y haz tu mundo conforme al ideal que tú quieres experimentar. Deja de pensar en, y empieza a pensar desde. Pensar desde el deseo cumplido es realizar lo que nunca experimentarás mientras estés pensando en él. Cuando te pones en el estado del deseo cumplido y piensas desde él, estás orando, y de un modo que tu mente racional no conoce, tu deseo se convertirá en un hecho en tu mundo. Tú puedes ser el hombre o la mujer que quieres ser, cuando sabes cómo orar. Todas las cosas son posibles para el que cree, por lo tanto aprende el arte de creer y convencerte de que es verdad. Entonces un día, ocupando espacio y tiempo en tu imaginación, serás visto por otro, que te llamará o te enviará una carta verificando tu visita. Esto lo sé por experiencia.
Con esto Neville nos confirma que no solo Margaret lo vio en otra ciudad diferente a la que él estaba, sino que muchas otras personas lo habían visto e incluso le enviaron cartas para contárselo.